Número 11, 2020 (1), artículo 4


Repensando el utilitarismo. 5. ¿Cuál es el significado y utilidad de la palabra coherencia en los debates de opinión pública actual?


Martín Gonzalo Zapico

Profesor de Teoría Literaria en el IFDC-SL, Profesor e Investigador en la Universidad Nacional de San Luis, Argentina




RESUMEN
Examinamos el significado del término coherencia, cómo se ha definido, y el rol que tiene en los debates que circulan en medios de comunicación y redes sociales. Nos remitimos al análisis lógico del cuál deriva el término coherencia, al significado adquirido en lingüística, y cómo es usado por distintos interlocutores.


TEMAS
discurso · discusión · estadística · polémica · utilitarismo



1. ¿Qué es, estrictamente, la coherencia?

De uso muy extendido y popular, el término coherencia tiene sus raíces y usos específicos en distintas disciplinas, de las cuales destacan y nos competen la lógica y la lingüística. Una definición más genérica, construida sobre distintos tesauros (Real Academia Española 2019; Word Reference 2019), sería del tipo "propiedad que tienen un conjunto de elementos, al menos dos, de no ser excluyentes entre sí o de guardar una relación de armonía". Esta definición se acerca bastante a la que el público general aplica a la hora de usar el término.

En el plano de la lógica, en muchos textos (Díez 2002; Klimovsly 1971; Macbeth y otros 2009) se habla de que hay coherencia entre premisas y conclusión siempre que la última se derive necesariamente de las primeras. Es decir, la coherencia es una propiedad del razonamiento, que a su vez está compuesto de los elementos aludidos. Este detalle parece menor pero será rescatado más adelantado cuando se analicen muchas críticas a distintos enunciados que, cuando se conjugan juntos, dan una impresión de falta de coherencia. Lo central es que, en términos de lógica, un razonamiento es coherente o no de acuerdo con la relación entre premisas y conclusión. Sin embargo, ya hay artículos como el de López Alonso (1991) que señalan el problema de la codificación primero, y la interpretación después, de las premisas para poder determinar el nivel de coherencia efectivo. Esto de alguna manera introduce el problema de la interpretación y la necesidad de su reducción al mínimo.

Saliendo del plano estricto de la lógica, otra disciplina que emplea este concepto de forma precisa es la Lingüística, específicamente la Lingüística Textual, donde se define coherencia (junto con su par cohesión) como la propiedad que un texto es susceptible de tener. Para ser coherente, de acuerdo con los clásicos (Van Dijk 1978 y 2005; Huerta 2010), un texto debe tener conceptos y relaciones de manera tal que se sostengan unidades temáticas lógicas. Es decir, los distintos párrafos de un texto deben estar organizados de forma tal que tengan sentido (en la acepción estructuralista de la palabra). A su vez, también se afirma que un texto debe tener cohesión, que son los mismos principios de la coherencia pero aplicados a las oraciones entre sí. Como se ve, nuevamente encontramos la idea de que la coherencia se refiere a cierta relación que hay entre distintos elementos. Ese tipo de relación está atravesada por la idea de sentido, es decir que los distintos elementos encajen entre sí, y conformen un todo más grande.

Entonces, ¿qué tienen que ver estas ideas de coherencia con las que vemos en las redes? Para ahondar en el asunto hay que meterse en las profundidades del discurso y ver cuál es la acepción que se emplea de forma implícita para así contrastarla con la teórica.

 

2. ¿Cuál es la definición de coherencia empleada masivamente?

La importancia del estudio en redes como nuevo horizonte de análisis sociológico y filosófico ya ha sido señalado (Martins 2009), poniendo énfasis en que se han configurado como un espacio de debate por excelencia para la constitución de la opinión pública. Esta tendencia señalada ya hacia el 2010, se ha intensificado enormemente entrando en la nueva década (Guallar y otros 2016; Gavilán, Martínez y Fernández 2016), al punto de que las redes sociales ya forman parte de la vida de los sujetos en un sentido total, con especial incidencia en la forma que tienen las nuevas y no tan nuevas generaciones de informarse sobre los asuntos que suceden tanto a nivel nacional como internacional. Puntualmente, los debates que se han configurado en torno a la política (Pauls y Oliver 2016), los políticos (Navia y Ulriksen Lira 2016) y lo que yo denomino asuntos de agenda pública (Zapico 2019), acaparan la atención de una cantidad increíble de personas. Por un lado, esto reporta un beneficio pues por primera vez en la historia de la humanidad está la posibilidad de que la opinión pública se configure realmente a través de la participación de muchas voces (). Sin embargo, el funcionamiento mismo de los algoritmos empleados por Tweeter (Ramos 2016) y Facebook (Vercceli 2018), así como la manipulación mediática intencionada por parte de determinados grupos (Levi 2019), tienden a hipersegementar y polarizar los distintos debates (Zapico 2019b), vaciando su contenido a mera emocionalidad dicotómica cuando no a generar desinformación intencionada.

Es precisamente en este marco de debates muchas veces vaciados de contenido, con distintos estilos y formas de interacción entre usuarios (Alvídrez y Franco 2016; Hjarvard 2016), que se encuentra el problema del argumento coherente. Este, entendido como una hipótesis de este artículo, consiste en la tendencia a tildar de incoherente la postura de una persona que piensa distinto a uno, para así desacreditar un argumento principal, siendo que el enunciado secundario no forma parte del razonamiento o idea en cuestión. En el siguiente apartado vamos a dar desarrollo a esta idea.

 

3. ¿Es útil el concepto de coherencia para analizar o entender los discursos en redes?

Para analizar la idea propuesta, vamos a citar dos debates que han estado candentes en el último año cuyo protagonismo en redes ha sido más que abundante: el debate del aborto, y el del consumo de carne y maltrato animal. Sobre ellos, así como los debates, ya se han realizado análisis discursivos y de redes (Rubin y Zanotti 2019; Sádaba y Barranquero 2019; Sanmartín Sáez 2019) en los cuáles se han analizado los argumentos, la agresividad, la aceptación de posturas disidentes, distintas actitudes discriminadas por variables, etc. Uno de los detalles en algunos de estos análisis discursivos que tendía a mencionarse pero no profundizarse, es la reacción de los sujetos ante opiniones antagónicas a las propias en los debates del tipo dicotómico. Una de las reacciones clásicas, la descalificación, solía presentarse bajo distintas formas (Haidar 2018), ya sea de atacar al enunciador o al enunciado, generalmente de formas que son discursivamente inconsistentes con un diálogo real.

Acá empieza el análisis. Una de esas formas suele ser acusar al enunciador de que su argumento no es coherente con algún otro elemento extradiscursivo. Poniendo un ejemplo concreto, se suele decir que los provida son incoherentes al estar en contra del aborto por un lado, pero a la vez no tomar acciones activas para paliar la pobreza en la niñez, o adherir a políticas de estado que generan más pobreza en niños, así como tener opiniones negativos. Es decir, se sale de una coherencia propia de un razonamiento, llamémosla coherencia local, a una coherencia más global. Dejando de lado la imposibilidad científica de contrastar argumentos consistentes en atacar a personas, así como sandeces basadas en decir palabras rimbombantes o acusar a cualquiera de cualquier cosa, lo interesante es ver que formas adquiere en la concepción común la palabra incoherencia.

Para gran cantidad de personas, asiduos polemistas de redes sociales, la coherencia en un enunciado se da entre los elementos del discurso, y las concepciones del mundo del mismo sujeto que juzga el enunciado. Es decir, la lógica nos diría que la coherencia de en enunciado está dada por el sujeto mismo de la enunciación, y al indagar en su sistema de creencias encontraríamos cuales son los elementos que vertebran y dan coherencia a su propia cosmología política/ideológica. Hay que señalar el peligro que representa este tipo de actitud, dado que es evidencia de un egocentrismo e incapacidad de diálogo crítico desmedido, pues se exacerba una tendencia ya natural en el hombre (Blaso y Francisco 2019), la idea de que todos piensan de la forma que uno lo hace y tiene los mismos valores. Esta imposibilidad de siquiera dar coherencia o asumirla primero, para en todo caso hacer una crítica de las formas propias del discurso, impide el desarrollo de la interpretación real de posturas antagónicas. De esa forma, una persona proaborto no se detendrá a suponer que la persona provida tiene sus motivos para pensar como piensa, y en su forma de entender el mundo hay lógica, una lógica a la que el provida no es capaz de acceder pero una lógica al fin, una lógica o coherencia con la que disiente. Esta necesidad de desacreditar al enemigo, lleva al aislamiento filosófico en la medida de que cierra automáticamente el diálogo, al dejar de lado totalmente el discurso.

Otro ejemplo del sinsentido que muchas veces surge, se puede ver en la clásica crítica al que defiende los animales domésticos pero come animales de granja. El discurso del crítico es "si defiendes a los animales, defiéndelos a todos, si no, no defiendes a los animales". Una crítica en el fondo vacía, porque la gente que quiere a los perros y gatos los quiere porque culturalmente son animales domésticos, mientras que los otros son de consumo y se tiene un nulo contacto emocional con ellos. Es decir, es totalmente coherente defender animales domésticos y ni pensar en los animales de granja, precisamente porque no son domésticos. E incluso si un sujeto tuviera conciencia de que son animales, ¿quién tiene algún tipo de autoridad para decirle a alguien a qué animal querer o no? Este tipo de debates vanos suele verse dentro de las aristas de un mismo movimiento, y hay que tener cuidado porque tienden a dividir infinitamente a una postura, puede ser política/cultural/social para que su fuerza total se vea reducida. Un ejemplo de sería, antes podíamos englobar a ambos sujetos hipotéticos como defensores de los animales, cada uno a su manera, pero compartían el denominador común de los domésticos. En este tipo de confrontación y acusación de incoherencia, el mismo sujeto se encarga de separarse del otro, y volver a segmentarse.

Lo más curioso de todo esto, es que en el fondo no cambia nada. Acusar a alguien de incoherente, desde la perspectiva de lo que uno tiene definido como coherencia, tiene tanto sentido como pedirle a un japones, en idioma español, que le guste la tortilla, aunque aún no la haya probado ni la conozca. Es decir, la coherencia que podría ser útil para generar un diálogo real, la que consistiría en analizar enunciados y vincularlos entre sí, está totalmente ausente del campo de las redes. En vez de eso, se la ha reemplazado por una ilusión de la coherencia en la cuál la coherencia o no está dictaminada por quien juzga y no por quien enuncia, reforzando aún más el diálogo vacío entre sujetos desconectados.

 

4. Reflexiones finales

Todo este análisis ha sido llevado a cabo para plantear una postura sobre los debates en redes sociales. Mientras el énfasis de los debates esté colocado en las personas y no en los enunciados, estos están destinados a ser una mera fuente de distracción y desinformación, en los cuáles la gente se vincula emocionalmente a la nada misma, sin generar ningún impacto real en términos de construir un consenso colectivo. Es necesario que cada uno empiece a tomar conciencia sobra la forma en que dialoga con los demás, puesto que la vida en redes sociales ya es una parte ineludible de nuestra sociedad, las acciones que se lleven a cabo en esos espacios determinan una forma de pensar y concebir el mundo que afectará a las nuevas generaciones.

La pregunta es, ¿qué tipo de jóvenes queremos? Jóvenes dispuestos a un diálogo crítico y constructivo, capaces de discernir entre enunciados de desinformación o falaces, o jóvenes comprometidos con causas ficticias que descargan su irá (muchas veces justificada por el entorno de una sociedad injusta o desigual) entre sí, y dividen un esfuerzo que, junto, podría llegar a generar un cambio real.

La diferencia entre un tipo de persona y otra estará directamente vinculado a las formas en que aprendan a vincularse entre sí los usuarios de las redes, pues hoy día lo que sucede allí es tan real como lo que sucede en el cara a cara.



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2019 "Repensando el utilitarismo. 3. Estadística y filosofía de la opinión pública. El problema de las polémicas", Ensayos de Filosofía (Granada), nº 9 (1), artículo 4.
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Artículos de Ensayos de Filosofía citados:

Zapico, Martín Gonzalo
2019 "Repensando el utilitarismo. 3. Estadística y filosofía de la opinión pública. El problema de las polémicas", Ensayos de Filosofía, nº 9, 2019, semestre 1, artículo 4.
2019 "Repensando el utilitarismo. 4. Una metodología basada en el concepto de dato para superar el problema del discurso", Ensayos de Filosofía, nº 10, 2019, semestre 2, artículo 2.


Publicado 04 febrero 2020