Introducción
Este artículo se propone como una continuación de "Repensando el utilitarismo. 2. Algunos conceptos polémicos revisados a la luz de la estadística" donde se abordaron específicamente categorías que, siendo propias de la estadística, han tendido a ser denostadas por una perspectiva epistemológica que tiende a desconocer la necesidad de puntos de partida o axiomas para la derivación de enunciados pragmáticamente verdaderos, útiles y necesarios cuando se abordan problemas sociales concretos o potenciales soluciones a asuntos de interés público. En este artículo vamos a reflexionar sobre el lugar de los grandes números en la conformación de la opinión pública, la necesidad de un uso responsable y transparente de la estadística y el problema que resulta de un uso manipulado o parcial de los números en las polémicas que se desarrollan tanto en medios de comunicación como redes sociales.
Problemas epistemológicos: matar al mensajero
Indudablemente, en especial con el apogeo del Big Data (1) (Martínez-Martínez y Lara-Navarro 2014), se ha producido una revolución de naturaleza tanto cuantitativa como cualitativa en torno al análisis e interpretación de la realidad a partir de los números. Hoy más que nunca, prácticamente todas las variables de la actividad humana son cuantificables y los comportamientos medibles gracias a la enorme cantidad de información que los usuarios otorgan, muchas veces sin percibirlo, a través de las interacciones que realizan en distintas interfaces en internet (Covarrubias Cuevas 2015; Gómez 2016; García-Peñalvo, Durán-Escudero y Therón 2018) El acceso a la información, privada o pública, voluntaria o no, es un fenómeno sin precedentes.
Sin embargo esto ha traído aparejado una aparente paradoja, recogida en muchos artículos (Acosta y Rodríguez 2016; de Pablo 2016; Candón-Mena 2018) referida a la incomunicación y desinformación producto de la abundancia desmedida de datos disponibles (2). De distinta forma, y con distintas perspectivas, hay un acuerdo en torno a que ante la increíble cantidad de datos sobre un asunto que se encuentran en internet, muchas veces contradictorios u opuestos, los sujetos se ven indefensos y caen en un estado de desinformación constante, donde no pueden tener certeza de nada. Este supuesto se ha aceptado tanto y con tanta profundidad que se ha puesto de moda el empleo del término posverdad (Flichtentrei 2017) para referir a una distorsión deliberada de la realidad con el fin último de moldear la opinión pública.
El inconveniente derivado de lo explicado en el párrafo anterior es que se ha optado, desde muchas corrientes sociológicas y filosóficas (Caro, 2015; Flores Suarez, 2017; Gámez-Guadix, Borrajo y Calveti, 2018), en poner en el lugar de víctima obligada al usuario medio. Es decir se ha colocado al Individuo en una posición de incapacidad total y falta de pensamiento crítico. Nótese que digo "se ha colocado" porque son un conjunto de tendencias filosóficas y formas de pensar que se atribuyen la potestad de definirse a sí mismas como el pensamiento crítico (Borón y Klachko 2017; Mansilla 2018) y definen de forma parcial y excluyente a aquello que no se alinea con su interpretación de los hechos como algo que resulta de la influencia de los medios hegemónicos sobre la opinión pública. De esta forma, se delinea de forma artificial y contrafáctica dos grandes grupos (que irónicamente sostienen los mismos discursos en su forma, variando solo el contenido): los que tienen razón, y los que están dominados por grupos de poder mayores que influyen en su forma de pensar. Es decir, uno siempre se considera librepensador y de juicio crítico, mientras que el que no piensa como uno solo puede ser porque no piensa de manera realmente libre (3).
A su vez esta partición de la realidad en dos interpretaciones excluyente ha traído consigo el necesario desprestigio de los números en cuanto a la opinión pública se refiere, al tratar distintos asuntos que resultan polémicos. Este asunto, de manera más profunda, será abordado en el próximo apartado. Esto es lo que se denomina "matar al mensajero" que en las críticas a la estadística es "la estadística es solo una forma de aproximarse a la realidad", "los grandes números no reflejan la realidad individual", "está sesgado" y muchas otras que se esbozan cuando los datos que sus análisis otorgan no apoyan las hipótesis (que en el caso de estas ideologías son axiomas) que dan forma a su cosmovisión. Esta actitud de desconfianza metodológica-epistemológica podría tener cierto asidero, de no ser por el hecho de que se han visto a pensadores y grupos emplear este tipo de datos solo cuando apoyan sus hipótesis principales. Es decir que se realiza una crítica epistemológico-metodológica a las mismas cosas que se emplean cuando el contenido que transmiten es aprobable desde una perspectiva sesgada. Un procedimiento similar, e incoherente metodológicamente, se ha visto en debates actuales cuando se emplean fuertes ataques a las personas que transmiten ideas, más que a las ideas en sí mismas (Ortiz 2015; Spector 2018). Este exceso de ataque a la persona, en detrimento del debate por argumentos, suele ser evaluado como un ataque personal cuando es usado en contra del individuo que argumenta, pero se emplea libremente con pretendida validez cuando se ataca a un tercero.
La ilusión de no objetividad (problema de las parcialidades)
Estas degeneraciones del debate, junto con la enorme proliferación de versiones simplificadas de enunciados relativistas, han instalado la idea en el espacio público de que la objetividad no existe. El problema de la objetividad y su posibilidad puede plantearse en más de un nivel, pero vamos a abordar la postura utilitarista-estadística que permite enfocar la realidad desde una perspectiva práctica, superadora de las dicotomías aparentemente insalvables.
El acuerdo basado en la ciencia sobre la existencia de la realidad, por fuera de los extremos teóricos de alta densidad conceptual que suponen algunas ramas de la teoría cuántica, es prácticamente unívoco (4). Salvando este nivel de índole física (que poco importa a las ciencias que tengan como objeto de estudio un fenómeno social), se puede afirmar la existencia de la realidad a partir tanto de criterios empíricos como lógicos. Tanto para las ciencias exactas como para las sociales, su objeto de estudio es efectivamente un objeto, lo cual hace sospechar de su existencia. Fuera de este argumento simple, la experiencia como individuos nos confronta constantemente ante la realidad empírica, que resulta difícil de negar. Además no es difícil observar que, incluso si se asume una postura basada en la cuántica, ningún ser humano actúa como si la realidad no existiera, todo lo contrario, todos los seres humanos se comportan como si la realidad existiese e interactúan con ella. Es lícito acotar y recordar que esta perspectiva que se sostiene está basada en un criterio de validez práctica, y no pretende llegar a la comprensión en términos de física o química de un universo aparentemente infinito, sino establecer lineamiento de interpretación de una realidad humana que, pudiendo ser simple y expeditiva para tratar asuntos de opinión público o bienestar social, se complejiza con objetivos que van en contra de la mayoría.
Ya realizada esta aclaración viene un segundo nivel de discusión, que está vinculado a la forma en que se interpreta la realidad. No es algo arriesgado o transgresor afirmar que hay una enorme cantidad de cosas que, dada su realidad en tanto interpretación, son construcciones de naturaleza lingüística o discursiva. Claramente, y dado que el lenguaje no tiene una existencia autárquica sino que se emplea para referir y comunicar, el lenguaje refiere a algo, y ese algo es precisamente la realidad objetiva propuesta en el párrafo anterior. Hasta aquí las cosas parecen prolijas y simples: la realidad es objetiva, no es discutible, lo que sí es fuertemente polemizable son todas las interpretaciones que se hagan de ella. No obstante, estas polémicas no alteran la naturaleza constante y estable de la realidad. Por poner un ejemplo simple y actual, una mujer realiza un aborto; los partidarios de este dirán que fue un acto de autonomía y que se garantizó un derecho, el de la libertad de elección, mientras que los que están en contra dirán que se cometió un asesinato y se imposibilitó el derecho a la vida. El único hecho objetivo es que una mujer no llevó a término su embarazo, todo lo que este por fuera o pase a depender de quien lo juzgue es construcción.
La cuestión pierde su orden cuando se trastocan los enunciados y sus consecuencias lógicas. Que la realidad sea interpretable hace referencia a los fenómenos que son interpretados a través del lenguaje y no habla acerca de la realidad misma. Esto significa que al afirmar que algo es construido no estamos negando la naturaleza objetiva de la base sobre la cual se arma ese algo, solo estamos afirmando que algo es construido. Ambos términos (realidad y su interpretación) se mantienen por separado, y esto es fácilmente entendible al observar como un mismo hecho, a lo largo de la historia, adquiere distintas interpretaciones. Se produce una confusión al derivar que, dado que algo se construye y su existencia es relativa de acuerdo con el sujeto, la realidad misma es la que es construida. Es como una sobresimplificación de la realidad, que especulamos es la base filosófica sobre la cual se sostienen las posturas dicotómicas tan de moda hoy día (5).
Al no poder distinguir entre la realidad y su interpretación, las posturas dicotómicas entran en una necesaria e inevitable guerra: no se tratan ya de dos interpretaciones posibles sobre un hecho objetivo, sino que son la realidad misma que se pone en juego. Esto explicaría porque la imposibilidad de conciliar en estos casos, dado que no se están discutiendo enunciados sino realidades. Este problema de las parcialidades nos coloca ante la ilusión de no objetividad de las cosas. Dado que la realidad pareciera construible no puede ser objetiva, y se ve reducida a un juego lingüístico o interpretativo mediado por condiciones discursivas. La consecuencia última de esta postura son los caprichos negacionistas de la realidad, que tarde o temprano se ven refutados por la simplicidad de las cosas.
La estadística tratada como discurso
Toda este análisis sobre la posible objetividad de las cosas es necesario para entender que es lo que sucede con la estadística. La misma confusión que se produce al postular la separación de la realidad por un lado y su interpretación por otra, es la que se comete al juzgar a la estadística en tanto interpretación y no en tanto realidad. Hay muchos elementos que separan a un estudio estadístico de un discurso de otra índole, y hay razones suficientes para, al menos en nuestra perspectiva, postularla como una forma de interpretación de la realidad. Nótese que en uno de los artículos de esta serie, se habla de la estadística como una herramienta de interpretación y no como una realidad en sí misma.
Esto es porque al criticarse la estadística, típicamente se habla de ella como si fuera una postulación o hipótesis de realidad en sí misma. Se interpreta que un estudio estadístico propone una realidad determinada y necesaria, o busca reemplazar a la realidad en sí misma. Este error se produce por lo señalado previamente: una incapacidad (adrede, estratégica, o involuntaria) de distinguir entre la realidad en sí misma y su construcción interpretativa. Se comete el equívoco de creer que, por ejemplo, un estudio descriptivo describe la realidad por fuera de su propio universo de muestra. Ciertamente, en todo estudio estadístico, y dado el concepto de "muestra representativa" hay un esbozo de extrapolación, pero la extrapolación de un resultado en un enunciado nunca deja de ser eso: una interpretación a partir de una hipotética extrapolación o generalización. Distintos son los estudios poblacionales que ya describen a una población pero no constituyen la realidad de dicha población. A lo sumo dan rasgos de dicha población, pero si están en un estudio poblacional es porque antes estaban en la población, el estudio no los crea.
Precisamente por dichos sucesos es que podemos encontrar debates en televisión o redes sociales que se la pasan mintiendo y desmintiendo enunciados a partir de números, encuestas, estadísticos, etc. La presentación de estudios contradictorios sobre un mismo asunto, en vez de ser interpretado como consecuencia de elecciones metodológicas diversas, son interpretados como un enunciado que apoya la tesis de "la realidad se construye" y termina jerarquizando a la estadística como una herramienta igual de válida que la homeopatía, la astrología, o cualquier otro conocimiento pseudocientífico, cuando la estadística en si misma es un método de análisis y no una hipótesis sobre la realidad.
Esta ausencia de identificación de la estadística como una herramienta produce también un desprestigio y ausencia del discurso científico en general, al ser postulado como una interpretación más de la realidad. El problema, incluso en el marco de reconocer a la ciencia como discurso, es que sus enunciados tienen un fundamento sistemático, contrastable, y basado en un método que ha probado, a través de sus efectos, ser un descriptor, explicador y predictor muy sólido de la realidad en su totalidad.
Consecuencias en la opinión pública: desinformación, manipulación y distracción
¿Por qué todo lo planteado anteriormente reviste interés público, o se vincula de alguna forma con los procesos de conformación de opinión pública? Es importante primera marcar que es en dos grandes sitios que se conforma el humor social u opinión pública: los medios de comunicación de masa tradicionales (televisión mayormente) y las redes sociales. Diversos estudios (De la Fuente 2010; González-Bustamante 2015; Maldonado 2016; Navia y Ulriksen Lira 2017; entre muchos otros) desde hace al menos nueve años señalan una incidencia importante de lo que circula en ambos medios a la hora de formar opiniones en la ciudadanía. Entendido este punto resulta claro por qué se debe juzgar con mucha audacia todo lo que circula en dichos medios: la opinión pública y, por ejemplo, los resultados de una elección presidencial pueden verse influidos por el contenido que allí circule.
Asumido el compromiso de criticar el contenido masivo por su carácter sugestivo y poco o nada inocente, se señala que el primer uso indebido de la estadística a la hora de formar opinión pública es la desinformación. Para la definición de los tres usos poco éticos que se hace de la estadística en relación con la conformación de la opinión pública emplearemos un criterio de la relación entre el estudio estadístico y la realidad.
La desinformación en este contexto se define como el empleo de los datos estadísticos de forma selectiva a efectos de solo mostrar aquellos resultados de un estudio que se alinean correctamente con esa porción de la interpretación de la realidad que quiere defenderse. Se trata de una relación de ausencia entre el estudio estadístico y la realidad interpretada donde se entrega solo información parcial, sin contextualizar metodológicamente al receptor. Un caso típico, del cual hay registros televisivos en demasía, es cuando, por ejemplo, se habla de la desocupación en un país. No es raro encontrar la postura oficialista que, para ocultar el creciente desempleo, se dicen cosas del tipo "a nivel general es difícil precisar la situación del trabajo en el país", "algunos puestos se destruyen, sí, pero hay reconversión laboral", "se crearon X cantidad de puestos de trabajo" (omitiendo la cantidad que han sido destruidos, precisamente porque el trabajo informal es difícil de medir. Poniendo un ejemplo simple, según el INDEC (6), datos del 2016, se crearon medio millón de puestos de trabajo en el tercer trimestres. Lo que ningún medio ni actor aclara al citar esta cifra, es que más del 70% de dichos puestos de trabajo son informales y no registrados o registrados a través del monotributo social.
Por otro lado podemos hablar también de manipulación, que se define como una interpretación parcial o sesgada del mismo estudio estadístico. Se trata en concreto de un tratamiento no que se hacen de los datos en sí mismos, sino de la forma de vincularlos con la realidad de manera tal que los datos se lean en uno u otro sentido de acuerdo con aquello que conviene a la parte interesada. A diferencia del caso anterior aquí no se omite información, sino que se omiten interpretaciones posibles de la misma. En el marco Argentino de los debates en torno a la violencia de género, por ejemplo, no es extraño encontrar la frase "Una mujer muere cada X cantidad de horas". Este uso de la información, que pretende ser impactante, tiene contracaras naturales que se omiten adrede. Pongamos el ejemplo Argentino: CNN en español (7) afirma, como muchos actores, que en el 2018 en Argentina murió una mujer cada 30 horas, asesinada, según el Observatorio de Defensa contra la Mujer de la Defensoría del Pueblo. La contracara casi nunca mencionada, tomando siempre datos oficiales, es que cada 3 horas durante ese mismo año murió un hombre asesinado según datos del INDEC. A esta réplica suele responderse que los hombres mueren asesinados por hombres, lo cual es cierto en su gran mayoría, pero no cambia el hecho de que la muerte de mujeres es un hecho minoritario en relación con la de los hombres.
Un último uso, no demasiado delimitado a la estadística pero que si puede extenderse a la difusión de datos numéricos en general, es el de distracción. Es, quizá, el más fundamentado de todos los golpes epistemológicos que puede recibir la estadística como disciplina cuando busca abordar cuestiones sociales de forma explicativa. Se trata de emplear la estadística, incluso no manipulada, incluso sin omisiones o ausencias, para distraer al público general de una problemática o tema complicado para hacer énfasis en solo una de sus partes, y que a su vez esa parte reemplace al todo. Un ejemplo reciente se ha visto en el empleo de una formula muy repetida en la escena política Argentina, "la pesada herencia", para referirse a los inconvenientes presentes consecuencias de la administración estatal anterior. Un caso recurrente es, ante una crítica a un número actual, como el aumento en las tarifas de luz o el número de desocupados, o el crecimiento de la pobreza (datos objetivos) se habla de la cantidad de millones de dólares que en la administración pasada se destinaron a corrupción (otro dato objetivo). En este gesto público lo que se hace es distraer la atención de un hecho objetivo con otro hecho objetivo, y buscar algún tipo de relación no demostrable pero creíble o posible, para dejar en primer plano el segundo y no el primero de los acontecimientos o datos.
Conclusiones
La polémica hoy día ha adquirido dimensiones nunca vistas. Si antes era un asunto reservado a especialistas, hoy día el común de la gente tiene voz e indirectamente voto en los asuntos que a su vida y la de otros en sociedad refiere. A su vez, las opiniones y voces que encontramos en los medios de comunicación y las redes sociales no son muy diversas, hay un par de ejes centrales que conforman las posibilidades de la opinión pública, y suelen expresarse como pensamiento dicotómico.
En este marco tan complejo, y con una cantidad de informaciones enorme, es necesario revalorizar el uso ético y correcto de la estadística en el marco del debate por lo público. Si los medios de comunicación, y por añadidura el poder hegemónico de turno desea polarizar a las masas en dos opciones, al parecer insalvables, es necesario llegar a la moderación a través de los grandes números y tomar postura basadas en el bien común y mayor.
Los usos manipulados de los datos no son algo que sea realmente evitable, siempre han estado y estarán, es por eso mismo que hay que trabajar en una educación de la opinión pública, en el sentido de enseñar a interpretar (nunca decir que interpretar) para que cada uno de los individuos sea capaz de esbozar su propia interpretación de una realidad compleja difícilmente reducible a una polémica. Para lograr ese objetivo es necesario dar un paso al costado de las teorías relativistas o construccionistas radicales, y colocar axiomas sólidos fundamentados en la ciencia y con miras al bienestar social para que, por ejemplo, el derecho a la educación pública y de excelencia no sea algo debatible sino inexorable.
1. Se trata de un término que viene empleándose hace años para referirse a un volumen enorme de datos que, estructurados o no, son empleados por distintos actores (gobiernos, empresas, sociedades, entre otros) para la toma estratégica de decisiones. Si bien es un término del cual hay registro hace al menos veinticinco años, con la aparición y masificación de internet ha adquirido una nueva dimensión y valor.
2. En esta categoría y respecto al mismo asunto se encuentran las famosas fake news o noticias falsas, que tanta polémica han levantado y tanto han dado que hablar en los últimos años, al punto de poner sobre la mesa debates antiquísimos como el de la libertad de expresión o inaugurar nuevos, como el de la posverdad y las dificultades de hablar de verdadero o falso en términos de lo que sucede en las redes.
3. Esto, en particular en Argentina, se ha visto en la discusión en torno al aborto. Los grupos proaborto tienden a asociar el pensamiento provida a una influencia necesaria de la Iglesia en la forma de pensar de las personas. Por otro lado, los provida tienden a asociar el pensamiento proaborto como una influencia de grupos de poder económicos de control poblacional en la forma de pensar de las personas. Este tipo de argumentación se ha empleado también en discusiones en torno a asuntos como: ideología política (kirchnerismo vs macrismo), posturas LGBT (homofobia vs activismo gay), feminismo (radicalismo vs machismo).
4. Los experimentos realizados en Australia, que se enfocaron en la medición de partículas y su posibilidad o no de movimiento en función de su medición, sugieren que a nivel de partículas, la realidad no tiene una existencia total. Naturalmente este experimento ha sido interpretado de forma totalmente tendenciosa por todos los partidarios de la deconstrucción, relativistas y demás oportunistas, sin realizar el correspondiente análisis metodológico y exhaustivo del experimento y sus implicancias.
5. Sobre pensamiento dicotómico o absolutista se ha escrito mucho desde la psicología. Léase Burns (1995) para una descripción simple de los distintos sesgos que adquiere el pensamiento en la vida diaria; Beck (1979) para un estudio detallado de como el estado de ánimo de pacientes con depresión cambió de forma sesgada la interpretación de la realidad circundante; o Miller (1956) para ver una primer hipótesis de "reducción de incertidumbre" que explicaría por qué tendemos a una forma sencilla de pensar una realidad compleja.
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