El término racismo deriva de raza y su idea supone que existen razas en la especie humana. La tesis aquí sostenida es que, a diferencia de otras especies animales, en la especie humana actual no hay razas, propiamente hablando, desde la antropología física, la genética de poblaciones y la genómica. Por consiguiente: la raza es una ilusión cultural, una manipulación política y una falsedad científica. El racismo es siempre una máscara que disfraza otra cosa, generalmente una problemática social.
Si tenemos que definir qué es el racismo, este significa ante todo la creencia en que hay razas, en que hay razas biológicamente superiores e inferiores, en que las razas superiores crean culturas superiores, en que las supuestas culturas superiores poseen derechos preferentes ante las otras.
Si tenemos que analizar y valorar cómo funciona el racismo: Opera como un sistema de clasificación cultural, intelectualmente ignorante, moralmente miserable, socialmente bárbaro, pero políticamente instrumentalizable. El prejuicio y los estereotipos se manipulan políticamente a fin de legitimar la propia dominación sobre el otro. A veces, también se manipulan para reivindicar los derechos de los oprimidos, lo cual sigue siendo política racista.
Argumentación antirracista:
1. El concepto de raza referido a los humanos carece de fundamento biológico.
2. Las caracterización cultural de supuestas "razas" carece de apoyo en la teoría antropológica.
3. El racismo es una ideología que enmascara problemas de orden económico, social y político.
4. Un esquema teórico para clarificar la confusión intelectual en torno al racismo.
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1. El concepto de raza referido a los humanos carece de fundamento biológico
La vieja antropología física, iniciada por Linneo (Tratado sobre las razas humanas, 1770) y la pretendida ciencia raciológica, desde Gobineau (Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, 1850) hasta la antropometría y el análisis de grupos sanguíneos, han desembocado en la abolición y disolución del concepto de "raza". Dos siglos de intentos científicos han acabado en el fracaso total de la hipótesis.
Todas las clasificaciones raciales que se han hecho (desde el siglo XVIII) se han demostrado como genéticamente falsas y sin fundamento. No es válida ninguna clasificación científica de las razas. Toda clasificación racial no es más que una proyección cultural ingenua o maliciosa, pero errónea. La genética de poblaciones y el estudio del genoma humano desmienten la posibilidad de una ciencia de la raza (cfr. Cavalli-Sforza 1996).
El color de piel y de los ojos, la forma del pelo, la nariz o los labios, la estatura, el pliegue epicántico, e igualmente los índices antropométricos, o los grupos sanguíneos, representan solo unos cuantos rasgos entre decenas de miles de rasgos anatómicos, fisiológicos y genéticos, que son ignorados.
Además, la combinación de un pequeño conjunto de rasgos utilizada para identificar una supuesta raza no se da unida, sino que se pueden transmitir por separado. La presencia de unos rasgos en una población tiene una historia, en la que aparecen y desaparecen, siendo siempre una presencia estadística variable a lo largo del tiempo, por deriva genética y flujo de genes.
Si nos atenemos al nivel más básico de la identidad genética, que es el genoma individual, y si seleccionáramos conjuntos de genes compartidos entre individuos de la población mundial, para agruparlos en "razas", entonces, según sea el conjunto de genes seleccionado, resultarán grupos raciales diferentes, y un mismo individuo pertenecerá a una "raza" o a otra, dependiendo del criterio adoptado.
De hecho, el estudio estadístico de las diferencias genéticas señala que la variabilidad entre una población geográfica (concepto que sustituye al antiguo de "raza") y otra afecta al 15% de características genéticas; mientras que la variabilidad interna a cada población asciende al 85%. Estadísticamente, cada individuo humano puede compartir su propio genotipo con muchos individuos de otra población en mayor proporción que con individuos de la población a la que pertenece.
2. Las caracterización cultural de supuestas "razas" carece de apoyo en la teoría antropológica
No existen culturas o civilizaciones superiores en cuanto tales a otras. Según el aspecto que examinemos y los criterios que apliquemos, serán unas u otras más avanzadas o más complejas o más felices. Además, hoy todas las civilizaciones se abren a un proceso de mundialización. Los estereotipos racistas son signo de barbarie.
En realidad, lo que se llama "razas" responde a un sistema clasificatorio de orden cultural, pero no corresponde a ningún sistema de clasificación sostenible científicamente. Solo son una etiqueta que no dice apenas nada de lo que hay dentro.
A las diferencias marcadoras de identidad biocultural se les atribuye un valor simbólico o imaginario, que es un atropello de la realidad biológica y que sirve de justificante para toda clase de atropellos sociológicos.
Actualmente no cabe definición científica de "raza" ni de "etnia". Y las que se emplean, por rutina, se han demostrado carentes de fundamento. Ni siquiera se encuentra un solo tipo de rasgo cultural definitorio de la etnicidad (sea la lengua, la religión, el modo de subsistencia, el folclore, etc.) cuya presencia o ausencia resulte operativa en todos los casos en que se pretende recortar una identidad diferente.
Estaría dispuesto a defender la tesis de que las verdaderas diferencias tienen un valor adaptativo, un valor de supervivencia. Y estas son hoy de carácter sociocultural. Por consiguiente, solo los rasgos con un valor adaptativo y de subsistencia (el modo de producción y el modo de reproducción) constituyen una base sólida para hablar de verdaderas diferencias culturales. Las demás pertenecen al capítulo del folclore, el pintoresquismo, el costumbrismo. Y apoyarse en tales bases constituye una aberración teórica (típica del comunitarismo y el multiculturalismo) y un disparate político antidemocrático (el nacionalismo étnico, los proyectos identitaristas, indigenistas, etc.).
Todos los rasgos culturales son patrimonio de iure de la humanidad entera. Su diferenciación y distribución histórica se explica en función de adaptaciones locales y regionales. En un mundo unificado y complejo, debemos destacar los logros en humanidad de todas las culturas: Muchos de ellos pueden enriquecer nuestra humanidad particular. Pero los racistas inventan estereotipos diferenciadores para sancionar las desigualdades económicas y políticas. En efecto, el racismo es un problema social, político, económico, ideológico.
También cabe denunciar el etnicismo (afirmación excluyente de la propia identidad cultural particular o etnicidad, frente a otras variedades vecinas). El concepto de etnia, y más aún el de etnicidad (así como el de "nacionalidad" cuando se confunde con etnicidad), debería dejar de considerarse un concepto científico -antropológico-, para verse como una ideología oscurantista, de orden social, o político, que esconde problemas económicos, jurídicos, etc.
Los postulados de la identidad étnica/cultural son falsos:
1º La existencia de rasgos culturales esenciales, inherentes intrínsecamente a una población. Ya he señalado que son contingentes; cambian con el tiempo.
2º El origen autóctono (o singular) de una serie de rasgos marcadores de identidad de tal población. No hay culturas primitivas. No queda ninguna civilización prístina. Lo que ha habido es trasiego constante de inventos culturales. Más aún, en nuestras sociedades complejas, prácticamente todo procede de otra parte y se difunde a todas partes.
3º La superioridad de los rasgos culturales propios. En muy pocos se podría demostrar. Dependería de criterios arbitrarios y parciales, siempre discutibles.
4º La permanencia en el tiempo, presente y futuro, de los rasgos culturales que se adoptan como identitarios. No cabe la menor garantía. Otros genes pueden llegar a dominar el territorio. Otros rasgos culturales pueden llegar a dominar en los descendientes de esta población...
3. El racismo es una ideología que enmascara problemas de orden económico, social y político
En realidad, el racismo es una máscara la explotación económica, la opresión política y el fanatismo ideológico.
El odio al otro, la subordinación jerárquica de los diferentes, la persecución de los que se apartan de lo considerado normal ha existido muchos siglos antes de que nadie hablara de "racismo". El surgimiento moderno del racismo no fue sino un intento pretendidamente científico de legitimación del dominio de unas naciones europeas sobre otras, o de la civilización llamada occidental sobre las restantes. El mito de la "raza pura" y de la "civilización superior" caló hondamente incluso en los intelectuales y filósofos.
El recurso al "racismo" no es sino una coartada, un arma ideológica. No importa que sea científicamente falso: Pues la mentira produce efectos sociales y políticos, tanto al menos como la verdad.
La mentira de las presuntas "nacionalidades" balcánicas en la antigua Yugoslavia (la izquierda española se lo creía, quizá aún se lo cree) sirvió para desencadenar una guerra, precedida de un censo en el que cada cual debía declarar a qué nacionalidad pertenecía. Una vez clasificados, ya se sabía quién era el enemigo. Abolido el ciudadano a cambio de una identidad tribal, poco más que imaginaria, el fanatismo ultranacionalista y el poder que lo manejaba podía asesinar a 300 mil personas y desplazar fuera de sus casas a tres millones, en aras del mito de la Gran Serbia o de la Gran Croacia.
¿Es que son hutus y tutsis razas distintas? ¿Son etnias diferentes? Son poblaciones humanas con problemas acuciantes, que tienen explicación histórica: De lo que verdaderamente se trata es de espantosa superpoblación, de abominables organizaciones políticas, de criminal comercio de armamentos. Cuando el hambre de comida se alimenta con mitos, el fanatismo se desata y uno puede considerar de raza distinta hasta a sus propios hijos...
Hay diferencias biológicas que existen realmente, pero los racistas manejan arbitrariamente algunas para crear la clasificación y el estereotipo de las supuestas "razas". La afirmación cultural de la "raza" (no todos somos racistas de algún racismo, como no todos somos nacionalistas de algún nacionalismo –como predican los nacionalistas cerrados–) solo contiene una voluntad tenaz de no ser como el otro. Es indicio de debilidad o de prepotencia. Busca la afirmación de la propia humanidad negando la de los otros, marcados por algo que no es causa sino efecto de la discriminación.
A pesar de todo, es necesario clarificar algunas confusiones comunes en torno al "racismo". Habría que decir que no es racismo todo lo que parece. Así, no debe confundirse como actitud racista el hecho de censurar o criticar el comportamiento de individuos o grupos por sus actuaciones incívicas. Por más que se trate de individuos pertenecientes a otra supuesta "raza" (según el estereotipo popular), lo que se ataca es el incivismo. Esto no es racismo. Si hay conflictos y problemas en la convivencia llamada multirracial, multiétnica, intercultural... será socialmente saludable el discutirlos abiertamente...
4. Un esquema teórico para clarificar la confusión intelectual en torno al racismo
Para despejar las confusiones intelectuales existentes en torno a la cuestión del racismo, es muy conveniente analizar los esquemas teóricos que se suelen utilizar. Se dan tres planos que a la vez se distinguen y se relacionan: territorio - población - cultura.
Ahora bien, entre esos planos no existe una articulación necesaria, ninguna vinculación intrínseca. Ese pretendido encadenamiento es siempre de tipo mítico y antihistórico. Entre uno y otro plano existe una fractura absolutamente insalvable.
1) El vínculo de una población con un territorio se debe a contingencias históricas y jamás es un "vínculo sagrado" ni eterno, sino resultado de migraciones incontenibles. Por remota que sea la adaptación... carece de sentido pensar en una pertenencia esencial.
2) La pertenencia de una cultura a una población es otro efecto de la historia (por ejemplo, en Andalucía oriental, nuestros antepasados hablaban árabe hace quinientos años, y latín hace mil quinientos, y alguna lengua ibérica hace dos mil quinientos). La información cultural ni está precontenida en la información genética ni esta puede modificar aquella. La cultura particular de una persona nunca es una exigencia de sus genes.
Por lo tanto, la vinculación de una población con un territorio y de una cultura con una población es resultado del azar y la necesidad; se produce en el tiempo; es siempre una coincidencia, una relación inestable, permanentemente en proceso de formación, deformación, reforma, transformación...
Nuestra mirada debe elevarse para captar los problemas en el marco de grandes movimientos de la realidad: Los territorios como ecosistemas evolucionando en la ecosfera de la patria Tierra. Las poblaciones humanas evolucionando en el seno de nuestra especie. Las civilizaciones evolucionando en una interacción creciente en el seno de la historia humana.
Algunas conclusiones de lo expuesto
– Las razas son, hace tiempo, irrelevantes para la antropología biológica. Las etnicidades deben ser ya irrelevantes para las ciencias sociales y humanas. La idea de la efectiva unidad de la especie y la de una civilización planetaria en formación debe compensar la idea de las diferencias bioculturales.
– El reconocimiento de las diferencias genéticas de los seres humanos, sabiendo que estas son ante todo individuales. Lo científicamente demostrado es la unidad genómica de la especie humana. Todas las poblaciones están abiertas al mestizaje.
– Las diferencias biológicas y culturales constituyen variantes adaptativas, formas de humanidad. Todo progreso civilizatorio de la humanidad se ha debido al mestizaje cultural, mediante el logro de síntesis más complejas.
– Las identidades cerradas (la presunta raza pura, la etnicidad excluyente, el nacionalismo comunitarista), aparte de ser siempre una falsificación, representan una patología sociocultural, que necesitaría la intervención de los etnopsiquiatras.
– Todo racismo, todo etnicismo y todo nacionalismo secesionista se reducen, en definitiva, a una manipulación (social o política) de las diferencias, casi siempre fabricadas, para perpetrar y legitimar desigualdades y romper la cohesión de la sociedad.
Según enuncia el primer artículo de la Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales, de la ONU (1978):
1. Todos los seres humanos pertenecen a la misma especie y tienen el mismo origen. Nacen iguales en dignidad y derechos y todos forman parte integrante de la humanidad.
2. Todos los individuos y los grupos tienen derecho a ser diferentes, a considerarse y ser considerados como tales. Sin embargo, la diversidad de las formas de vida y el derecho a la diferencia no pueden en ningún caso servir de pretexto a los prejuicios raciales; no pueden legitimar ni en derecho ni de hecho ninguna práctica discriminatoria, ni fundar la política de apartheid que constituye la forma extrema del racismo.
3. La identidad de origen no afecta en modo alguno la facultad que tienen los seres humanos de vivir diferentemente, ni las diferencias fundadas en la diversidad de las culturas, del medio ambiente y de la historia, ni el derecho de conservar la identidad cultural.
4. Todos los pueblos del mundo están dotados de las mismas facultades que les permiten alcanzar la plenitud del desarrollo intelectual, técnico, social, económico, cultural y político.
5. Las diferencias entre las realizaciones de los diferentes pueblos se explican enteramente por factores geográficos, históricos, políticos, económicos, sociales y culturales. Estas diferencias no pueden en ningún caso servir de pretexto a cualquier clasificación jerarquizada de las naciones y los pueblos.
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