El creacionismo pretende, erróneamente, ser una alternativa a la teoría científica de la evolución. El cientificismo pretende, abusivamente, que el conocimiento científico tiene respuestas para todos los problemas: así mitifica la ciencia. En realidad, el creacionismo excede los límites de la religión. Y el cientificismo no respeta los límites de la ciencia empírica.
Parece de lo más lógico que, cuando hay clase de religión, sea allí donde se hable de la creencia en la creación (con todo el respeto a la autonomía de las ciencias y el evolucionismo biológico). Esto no supone en absoluto incurrir en el creacionismo como seudoteoría. Pues, bien considerados, los relatos del Génesis son metáforas cuyo fin no es explicar (este es el cometido del saber científico), sino orientar la vida atribuyendo sentido y valor al universo, la naturaleza y la humanidad.
Si alguien no es capaz de distinguir entre esos dos planos del pensamiento humano, a saber, el empírico y el simbólico, es que anda filosóficamente confundido y bastante falto de una clarificación epistemológica elemental.