Llamamos crisis al estado de inestabilidad estructural o funcional de un sistema. Pero la palabra "crisis" constituye un significante polisémico, según las acepciones del diccionario.
– En el sentido de "juicio que se hace de algo después de haberlo examinado cuidadosamente": no hay crisis de valores, la necesitamos urgentemente.
– En el sentido de "escasez, carestía" no hay crisis (el nihilismo es una fanfarria): lo que hay es superabundancia de oferta de valores caóticos. Lo que hay es anarquía de valores: indiscriminación, falta de discernimiento.
– En el sentido de "mutación importante en un proceso (...) histórico o espiritual", sí estamos en crisis, porque se dan numerosas mutaciones...
– En el sentido de "momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes", si estamos en crisis: falta sacar adelante el negocio...
El diagnóstico sería que nos encontramos en una fase de agitación, turbulencias e inestabilidad, que puede preceder a un estallido, a un estancamiento represivo o a un cambio de fase, una metamorfosis mundial. Todo es previsible. Nada es seguro.
La situación es preocupante ya y no está descartado que llegue a ser trágica, dada la incompetencia de las instituciones para afrontar el problema de unos valores comunes mínimos, que estabilicen la opinión pública y regulen la globalización.
Lo que prima es la crispación, lo canallesco, la fe en la violencia como medio de resolución de los conflictos.
Los valores comunes encuentran su mejor codificación en la declaración universal de los derechos humanos, pero su desarrollo está atrofiado y muchos los cuestionan (musulmanes, chinos, gente antisistema).
– Nadie duda de los valores de la ciencia y la técnica, pero están al servicio de los que tienen dinero.
– Los valores de los mercados están muy cotizados, pero generan desigualdades crecientes entre sociedades y en su seno.
– Los valores políticos agitan las pasiones de la mayoría, sobre todo en el plano ideológico; o se devalúan por la omnipresente corrupción.
– Los valores estéticos han sucumbido a la mercantilización. El arte está vendido, está perdido.
– Los valores éticos y religiosos han embarrancado en el sectarismo, o se han desplazado bajo forma de ideología, con el mismo resultado de fanatización.
La trivialización de la infracción de la norma no anuncia la ausencia de valores, sino la imposición y el prestigio de los valores canallescos sobre los valores comunes compartidos: un encanallamiento tan extendido hoy que ya casi no lo percibimos.