José Antonio Pagola
Jesús. Aproximación histórica.
Madrid, PPC, 2007.
Estamos ante un libro que no tiene parangón -que yo sepa- en el panorama de la producción teológica española; o mejor, en los estudios que se han hecho en España sobre la figura de Jesús de Nazaret. Los más academicistas resultan fragmentarios y no llegan al gran público. Y los que llegan al gran público -dejando al margen la proliferación de ficciones y falsificaciones literarias- son obras poco serias, como las de César Vidal (absolutamente desconocedor de la buena teología y del problema hermenéutico), o hipotecadas en una teología rancia que ya hace tiempo que no tiene nada interesante que decir.
Es necesario alegrarse de que se haya escrito y publicado entre nosotros un libro como este Jesús, de José Antonio Pagola. Su principal virtud está en acercarnos, en la medida de lo posible y sin rehuir lo arriesgado de la tarea, a un conocimiento más verídico de la persona y la obra de Jesús en su contexto histórico. Y llevarlo a cabo teniendo en cuenta minuciosamente las mejores investigaciones realizadas a lo largo de los últimos decenios, con una honestidad intelectual, una convicción cristiana y una claridad expositiva incuestionables.
La estructura del libro se articula en exclusiva alrededor de la figura de ese Jesús, recordado por los primeros cristianos en los textos del Nuevo testamento, evocado por otros escritos no canónicos y mencionado en otros documentos religiosos o civiles. Los epígrafes de los capítulos son bien elocuentes: judío de Galilea, vecino de Nazaret, buscador de Dios, profeta del reino de Dios, poeta de la compasión, curador de la vida, defensor de los últimos, amigo de la mujer, maestro de vida, creador de un movimiento renovador, creyente fiel, conflictivo y peligroso, mártir del reino de Dios, resucitado por Dios... Con toda coherencia se busca la aproximación histórica a Jesús, al fundador del cristianismo, a lo que hoy es posible llegar a saber de él, sin parapetarse en la costra ideológica de unas definiciones dogmáticas que, por lo demás, a veces tienen poco que ver con el Evangelio.
Las fuentes en las que se ha aprovisionado son las mejores disponibles. Tiene a la vista e incorpora mesuradamente las más recientes y solventes investigaciones acerca del Jesús histórico: John Paul Meier, Giuseppe Barbaglio, Ed Parish Sanders, Rinaldo Fabris, Gerd Theissen y Annette Merz, Joachim Gnilka, Bruce Chilton, John D. Crossan, Bart D. Ehrman, Pierre-Marie Beaude, el Jesus Seminar, etc. Tiene asimismo en cuenta las aportaciones, relativas al contexto de la época protocristiana: la ciencia arqueológica, histórica, antropológica, sociológica...
Las notas a pie de página, extraordinariamente interesantes, van dando cuenta puntual de los pasajes paralelos, los resultados de la aplicación de los métodos histórico-críticos, las opiniones más autorizadas y las preferencias del autor.
Cada uno de los capítulos concluye con una bibliografía selecta, que respalda las descripciones e interpretaciones expuestas, al tiempo que invitan al lector a ensanchar sus exploraciones.
El estilo de escritura es sobrio, claro, apasionado, maduro, muy legible e interesante. El texto está bien documentado, sin resultar nunca pesado; lleva un desarrollo pausado y sistemático, al tiempo que cautiva la atención del lector al que logra no solo transmitir una visión refrescante de la persona y el pensamiento original de Jesús, sino contagiar del entusiasmo del propio autor.
Todos los capítulos contribuyen a su modo al esclarecimiento de la verdad sobre quién fue Jesús, cómo fue su actuación y cuál fue su destino. Y cómo elaboraron sus seguidores la experiencia que habían compartido con él. A mí, en particular me ha parecido muy esclarecedor el análisis de las parábolas, el significado presente del reino de Dios, o el provocativo romper esquemas que Jesús practicaba en múltiples aspectos, por ejemplo con relación a la mujer.
En conjunto, el autor puede estar satisfecho porque ha logrado cumplidamente los objetivos que se proponía y que él enuncia en las páginas iniciales del libro. Ha conseguido aproximarse a la figura histórica de Jesús, estudiando a fondo las investigaciones más importantes dedicadas al tema, y repristinando el sentido de su mensaje. Además, lo ha hecho sin lugar a dudas como buen católico, como él mismo dice: "Escribo este libro desde la Iglesia católica" (pág. 7).
Todos los lectores libres y sanos se lo agradecemos. Y rechazamos los ladridos de los perros guardianes.
Porque, desde mi punto de vista personal, si algo hubiera que objetarle al libro, sería más bien en la línea de que trasluce en exceso la fe teologal, la adhesión a la Iglesia y el afán pastoral, de manera que posiblemente hay bastante de hagiografía y de cristología, además de historia y relato biográfico. De modo que, sin dejar de ser una "aproximación histórica", según el subtítulo, ofrece al mismo tiempo una aproximación teológica, por lo demás moderada y ortodoxa.
Cabría hacerle otras observaciones de enfoque y matizaciones en tales o cuales análisis, pero siempre sería sobre la base del reconocimiento de la enorme labor realizada y de la excelente obra que ha puesto en nuestras manos.
El valor de este libro resalta aún más si lo comparamos con otro libro que coincidió, durante varias semanas, expuesto en los escaparates de las librerías: Jesús de Nazaret, de un autor alemán, teólogo y papa. Tiene este la gentileza de aclararnos que no se trata de un "acto de magisterio". Insiste, al principio y al final, que ha tenido en cuenta los resultados de "la exégesis histórico-crítica", pero que no se adentrará en ella, porque se va a centrar en la teología. En efecto, cuando lo leemos, encontramos ciertas huellas de los métodos histórico-críticos, pero no se han tomado en serio ni se han planteado siquiera posibles consecuencias para la cristología. Uno se sorprende del supuesto subyacente que se da por sentado: que la teología está a cubierto y por encima de tales métodos, como si fuera un saber inexpugnable. Y uno piensa: Si se admite que la Biblia y los mismos Evangelios son susceptibles de análisis crítico y de interpretación, ¿no lo serán con mucha más razón los dogmas teológicos?
Para una mirada atenta, en ese otro libro la exposición teológica resulta sin duda erudita y armónicamente estructurada, demasiado incluso. En cualquier caso, su posición es la de una teología tradicionalista, rígidamente dogmática, a la defensiva frente a la ciencia y la conciencia moderna. Su enfoque teórico es tal que representa de hecho una anulación de la historia, pues esta es vaciada de contenido realmente histórico, que es sustituido por una metafísica a todas luces caduca en nuestro tiempo. En consecuencia, en esta obra, el Jesús de la historia y del Evangelio queda suplantado por un Cristo construido mediante conceptos y paradigmas de pensamiento que se creen absolutos, al ignorar sus limitaciones y la ineluctable relatividad histórica que les afecta por su pertenencia a una época ya sobrepasada.
Ahora bien, lo peor del acontecimiento en que se convirtió el libro de José Antonio Pagola (seis ediciones en tres meses, con más de 25.000 ejemplares vendidos) es que estuvo siendo objeto de difamación y condenas verdaderamente malevolentes. Baste reseñar la carta pastoral del obispo de Tarazona (fechada en Navidad de 2007) y titulada El libro de Pagola hará daño. En la página en Internet de la mencionada diócesis (www.diocesistarazona.org), se recogían además varios artículos acusatorios, firmados uno por un vicario episcopal y otros por sendos profesores de teología, todos arguyendo de manera tan insensata que resulta indignante.
Está claro que hay teólogos y cristólogos que quizá sepan de dogma, pero que son unos incompetentes en métodos históricos, incluida la historia de los dogmas. Habitan en un mundo mental ajeno a este mundo, parapetados como en un castillo medieval. Hasta podrán tener subjetivamente buena conciencia, porque lo que pasa es que el ordinario de Tarazona, como otros mitrados y clérigos paniaguados, se encuentran -hablando con precisión- en otro paradigma mental, que les lleva a creerse en posesión de la Verdad total y poseídos por ella. Y no se dan cuenta de que esa es la peor fuente de errores. Así, para su punto de vista, cualquier verdad que les contradiga no puede ser más que un error.
Por eso es imposible dialogar con ellos. No esperan aprender nada de nadie. El dogma no admite diálogo, sino que exige sumisión y amenaza con anatemas. Así, aparecen incapacitados para reconocer otras verdades distintas de la suya, y acaban oponiéndose a determinadas teorías científicas, lo mismo que a las libertades democráticas. Y se resisten a aceptar las verdades históricas, sobre todo si atañen a la Iglesia o sus orígenes. En realidad, tienen aversión a la verdad histórica referente a Jesús de Nazaret, lo que en el fondo se diría que esconde cierto desprecio al Jesús histórico...
El obispo de Tarazona sentencia tajantemente "El ‘Jesús’ de Pagola no es el Jesús de la fe de la Iglesia", al tiempo que lo acusa del modo en que emplea métodos y argumentos de crítica histórica. Pues el postulado episcopal es que el Jesús histórico debe someterse a la fe de la Iglesia. ¿Se pretende negar la libertad de investigación? Aquí hay una cuestión clave de orden intelectual y moral: Si hallamos una verdad histórica que se opone a lo que algunos jerarcas llaman "la fe de la Iglesia", todo buen cristiano tiene la obligación de optar por esa verdad histórica.
La alarmante involución de la Iglesia católica oficial no habría cundido tanto si no se hubiera traicionado previamente el espíritu del concilio Vaticano II. En consecuencia, han prevalecido unas actitudes oscurantistas, en personas sin duda entregadas, pero que de antemano han vendido su alma a una papolatría y un jerarquismo que no tienen ningún fundamento en el Nuevo testamento ni en la tradición antigua de la Iglesia.
Todos los ataques contra esta obra de síntesis de las mejores investigaciones acerca de Jesús son infundados y deplorables. No hay motivos para ese título de la carta pastoral referida, El libro de Pagola hará daño. ¿Qué daño y a quién? Yo tomo la expresión y replico: ¡Ojalá haga el mayor daño posible al cúmulo de falsedades, hipocresías, abusos de poder eclesiástico, siglos de ignorancia y de inquisición! Le deseo que sea muy dañino contra las mentiras establecidas, contra las ideas sectarias y oscurantistas que aún predominan entre los pastores perdidos y las ovejas descarriadas de la Iglesia católica.
Recensión