Resulta un enfoque discutible el reducir la "alianza de civilizaciones" a una pretendida alianza entre occidente y el islam, como hacen los que proponen semejante proyecto. ¿Por qué no decir, entonces, directamente alianza entre occidente y el islam? Además, al ponerla en marcha, se da otro paso en falso reduciendo esa alianza al entendimiento en el plano religioso entre cristianismo e islamismo (interpretando cada una de estas religiones como fundamento de una civilización). Todo esto resulta bastante arbitrario, retórico e ineficaz. El conflicto del islamismo se da también con otras "civilizaciones" asiáticas y africanas. Más aún, el conflicto del islamismo se expresa ante todo en una conflictividad interna al mundo islámico; unos conflictos tan antiguos, graves e irresolubles que vuelven irrisoria toda pretensión de entenderse con ese otro que carece de un mínimo de unidad. Detrás de la palabra "islam" no hay ningún significado consistente, salvo una última referencia al Corán (libro por lo demás no exento de contradicciones) y a una historia de guerras intestinas y de fracasos con respecto a la modernización.
Por otra parte, las civilizaciones no son sujetos que puedan dialogar entre sí y que puedan llegar a una alianza. Por tanto, detrás de la palabra civilización se esconde alguien (gobiernos, grupos de clérigos o de filósofos) que intenta hablar en su nombre, usurpando el papel de portavoz. Y no habrá que olvidar que tampoco existe ninguna civilización homogénea que pueda ser representada por nadie. Lo que hay son personas y organizaciones, y sectores distintos dentro de estas organizaciones. Y sin duda encontraremos más sintonía entre determinadas personas de una u otra civilización, y entre determinados sectores de diferentes organizaciones pertenecientes a distintas civilizaciones. La pertenencia nunca es garantía de coincidencia o unanimidad. Lo importante es la posición que se defiende ante situaciones concretas, ante problemas concretos, ante ideas y valoraciones concretas. De esto es de lo que hay que hablar y debatir en la opinión pública, no de las supuestas coincidencias entre las esencias de un credo y de otro. Más que ninguna esencia, son decisivos los desarrollos históricos. Y estos nos muestran que en toda tradición se da casi toda la gama pensable de posiciones e interpretaciones. Por eso, todo el que pretenda ofrecer una versión unívoca en nombre de tal o cual civilización, como portavoz de tal o cual religión, está inequívocamente equivocándose, o ejerciendo una oscura manipulación ideológica.